sábado, 30 de septiembre de 2017

La Reserva Andina Eduardo Abaroa

En algun lugar del sur de Bolivia, mayo del 2017.

Buenos días Mañica
Al día siguiente, iniciamos temprano el recorrido, con nuestros amigos de Quechua Connection. Un desayuno reponedor en el refugio de Mañica y comenzaba el segundo día del tour. Nuestro grupo salió muy temprano y el motivo era que no eramos los únicos en la ruta. Aparte del "Quechua Tour", un sinnúmero de expediciones se apoderaba de los recorridos. Esto significaba que a ratos, los caminos parecían un "rally" por el desierto. A pesar de esto, nuestros operadores se adelantaron en este "cross-country" y empezamos a funcionar una media hora antes que los demás, para bien de nosotros. Aunque a veces coincidíamos con otros grupos, pero nadie se molestaba entre sí y cada uno funcionaba a su propio ritmo. Después de algunas detenciones en el Valle de Coral, cercano al Volcán Ollagüe, entrabamos en una zona donde el desierto se hacía más presente y el color ocre de la arena desértica, comenzaba a desplazar al blanco del salar.
El paisaje del primer día

Los corales en el altiplano 
Poca gente habitaba estos lugares, aunque algunas peculiaridades se hacían presentes. Una aldeana de la zona nos detuvo en las afueras de un corral de llamas y nos exigía el pago de 50 bolivianos por sacar unas fotos a unas llamas y alpacas que estaban en el corral. La gente del tour solucionó esto (mejor dicho, omitió a la señora) pero nos llamaba la atención este hecho que se repite en varias partes del mundo, donde te piden dinero por cualquier hecho, solo por ser extranjero, independiente si eres un personaje del gobierno o un poblador local, varios aún mantienen la "máxima" de sacarle el dinero al visitante, algunos vicios que puedes encontrar en el camino si andas de viaje. Nos pareció cómico, los gringos con menos manejo no sabían que hacer y le trataban de dar explicaciones a la señora, uno como latino, conoce estas artimañas y sabe como desenvolverse.

Las llamas de la discordia, ellas no nos cobraron
Ya en la ruta nuevamente, el camino se iba perdieron y los choferes, diestramente, cruzaban el desierto a "campo traviesa". El recorrido era alucinante, fueron varias horas en el dia, donde las montañas imponentes se manifestaban, los restos de un antiguo fondo marino se hacían presente y la majestuosidad del desierto era una postal para no olvidar. Recorrimos las orillas de los volcanes, la alguna hedionda y la laguna roja, estábamos en las alturas, colindando con Chile, y las montañas delimitaban la frontera entre ambos países, por el Desierto de Siloli. El lugar es mágico, tiene una energía que hipnotiza y el ciertos momentos el silencio manifestaba un eterno paisaje a nuestras espaldas. Estas primeras fotos demuestran el recorrido de ese día, donde subimos a diferentes lagos rodeados de flamencos, con un fondo de montañas de hielos perpetuos. Como dato anecdótico los flamencos al nacer son blancos y el color rojo lo adquieren al crecer, por los minerales que tienen los microanimales de los lagos, con los cuales ellos se alimentan.

El desierto y la ruta del extinto tren rumbo a la costa 
El shoping de las alturas

El almuerzo en el desierto 
Desierto solitario

Sentarse y observar era el panorama 


Los flamencos de las alturas 


Los flamencos y los espejos 

Imagenes de lagos de altura
Una vez que llegamos al Desierto de Siloli, nos encontramos con una postal del Parque Eduardo Abaroa: El Árbol de Piedra. EL Siloli puede ser incluido como parte del Desierto de Atacama, pero acá, al otro lado de la cordillera, las formaciones rocosas destacan sobre todo, gracias al viento que talló diversas esculturas naturales, como el mencionado árbol de piedra, el símbolo de la reserva y del desierto. Unos cuantos kilómetros más allá, la laguna colorada nos daba señal de que estábamos completando el recorrido del día. El lugar, obviamente era adornado por los flamencos que daban rienda suelta a su instinto de alimentación.







El Árbol de Piedra
Después de todo un día recorriendo recónditos lugares, llegábamos al refugio, ubicado en las Termas de Polques. Era una zona ya sobre los 4.500 metros, donde había un lugar para pasar la noche, eran piezas comunes y no había ducha, pero afuera había una piscina natural, con las termas mensionadas. El recorrido del día fue desgastador y el baño en las termas con la luz de las estrellas, es una experiencia para recomendar a quien pase por estos lugares.

Es imposible copiar la ruta exacta, pero este es el recorrido que hicimos a grandes
rasgos, finalizando en las termas de Polques
Las termas miradas desde el refugio
Nos esperaban unos 400 kilómetros de vuelta, donde aprovecharíamos de dejar en la frontera a algunos amigos del tour, mientras otros volveríamos a la ciudad del salar. Pasaríamos por el Desierto de Salvador Dalí, donde las perspectivas de distancias nos jugarían algunos engaños, claramente medidos con anterioridad. Por ejemplo miramos unas figuras, representativas del desierto de Dalí, que a simple vista parecían a algunos minutos de distancia, los guías nos corrigen, señalando, que eran un par de horas de caminata. Me pongo a pensar como los pueblos precolombinos se movían por estos lugares o quizás como los conquistadores españoles andaban por estos terrenos para marchar al sur. El lugar es perfecto para caer en un hechizo y perderse y se sabe que costaría mucho encontrar el rumbo... y esos que los yanaconas se iban a "pies pelados".

Perspectiva: La Khris está a una distancia de 1 a 2 horas
caminando desde donde estábamos ubicados. 

Finalmente, entraríamos en la etapa final del viaje, donde la ruta fue nuestra única compañera. Por suerte íbamos nutridos con una enorme carpeta musical gentileza de "Spotify", porque a los 3 que quedamos en el jeep, ya no nos quedaba tema de conversación, así que compartimos algunas bandas folklóricas y demases gustos que teníamos en el celular, el gringo quedó loco con "la exiliada del sur".

Una última parada en un valle, escondido en el sector norte del Parque Eduardo Abaroa, un lugar que si fuera más público, sería perfecto para una filmación de Star Wars. Rocas y corales mezclados, pulidos por el viento de miles de años, demostraba una textura donde podrías percibir en el frío que chocaba en la cara. Un lugar donde las postales eran eternas.




Siempre un aperrado cletero
Una vez que volvimos a Uyuni, fuimos en búsqueda de un pasaje que nos dejara en Villazón, lugar donde Bolivia y Argentina hacen frontera. Nos despedimos de Uyuni, no sin antes recoger nuestra ropa en la lavandería, para irnos rumbo a nuestro objetivo, que era llegar a Salta, en la República Argentina, pero para eso habría una historia larga, que requiere otro capítulo.

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Agradecimientos a Quechua Connection 4wd, por permitirnos pasar este tremendo viaje, agradecidos también de la gente con la cual compartimos y la hospitalidad de Uyuni y todos los alrededores, gente muy amable.


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