lunes, 11 de diciembre de 2017

Guía práctica para relajarse en Bombinhas

Bombinhas, mayo del 2017.

Llevábamos un mes de viaje cuando Oscar, nuestro anfitrión en Puerto Iguazú, nos sugirió que si íbamos a la costa de Santa Catarina, hiciéramos una parada en Bombinhas. Lo primero fue ubicar en el mapa donde quedaba esta ciudad, que tampoco clasificaba para ciudad, sino más bien, un pequeño pueblo costero, entremedio de los turísticos Florianópolis y Camboriú. Como últimamente evitamos el destino tan turístico, le hicimos caso a los consejos de Oscar y desde Foz de Iguazú, ubicamos un bus que nos dejaría cerca de la costa, por donde podríamos llegar a Bombinhas. Una vez en el terminal de Foz, y después de comer un Subway, por primera vez e mi vida, ya se venían las 8 de la noche y comenzaba un viaje, que iba a durar unas 12 horas. Las distancias en Brasil cada vez se nos hacían más largas.

1.000 kilómetros se nos venían
Acá se vienen algunas máximas del viajero Sudamericano: nos teníamos que acordar que Brasil es grande, que cada estado podría ser perfectamente un país y que el tiempo para recorrer Sudamérica, siempre, siempre y casi siempre, se hará poco. Que ganas de habernos detenido entremedio de los parques y bosque que se divisaban en el camino rumbo a Curitiba, donde el bus hizo una especie de parada, antes de seguir su camino hacia el sur. De a poco desaparecía el perpetuo verde y emergieron las miles de fábricas que pueblan el sector bien industrializado del sur de Brasil, una zona que es uno de los pilares de la economía del país más grande de Sudamérica. Logramos conciliar el sueño, no sin antes, una parada de la policía que revisaba todo el bus, recordemos que veníamos de una ciudad fronteriza.

¿Primer consejo?... Armarse de paciencia si andas en un bus brasileño
Despertamos, después de dormir tranquilamente en el bus, eran recién las 8 am y las ansias por llegar empezaban a inundar. Mirábamos afuera, recordando las fotos que vimos en internet de Bombinhas y comparandola con la fabrica tras fabrica que seguía apareciendo en la ruta, llegando a cuanta ciudad donde paraba el bus, que obviamente no era directo, y las ganas de llegar iban aumentando. Pasó Curitiba, Joinville, Penha y el mismo Balnearo Camboriú. Por fin, después de unas 14 horas arriba del bus, llegamos a Itapema, nuestra primera parada.

¿Segundo consejo?... Los paraderos locales son poco señalizados
Nuestra parada era la mencionada Itapema, porque no hay bus directo a Bombinhas. Entonces uno debe bajarse en Itapema, ciudad costera pegada a la carretera 101, para luego buscar una combinación a través de micros. Preguntamos en una boletería local y amablemente nos indicaron la calle. Fueron bien amables, pero era un portugués bien inentendible. Los brasileños entienden muy bien el español del resto de sus vecinos sudamericanos, pero a la inversa nosotros siempre salimos para atrás. No hubo caso, salimos del terminal y no encontramos una parada de buses: subimos por una calle, bajamos por otra y después de varios minutos, logramos divisar un humilde letrero que decía algo similar a "parada". Así que nos plantamos a esperar ahí. Después de unos 30 minutos, aparece una micro que nos iba a llevar a... Bombas, la parada previa a Bombinhas.

¿Tercer consejo?... Uno se sube por detrás a las micros locales.
Lo primero que nos percatamos... ¡Es que la micro venía en la dirección contraria del paradero!. Acá nos alertamos, porque al divisar la micro en la dirección opuesta, pensamos que no iba a parar, y empezamos a hacer gestos desesperados para que se detuviera, pero si se detuvo, porque las paradas aunque estén a un lado de la calle, acá corrían para ambos sentidos. Entonces abordamos la micro, por atrás, donde estaba un perfectamente bien vestido cajero humano, con unos zapatos que tenían más lustrado que los que usé yo en mi ultimo congreso, para hacer una labor que puede parecer tan cotidiana, como cobrarnos un pasaje. Primer mensaje: un buen vestido encaja bien, una buena sonrisa también. La sonrisa del cajero al vernos recargados y con un día a cuestas en el bus nos decía todo. Él nos señalo que si la micro no llegaba a Bombinhas, nos dejaría en Bombas, parada previa a nuestro destino final. Por alguna razón las ansias bajaron y sentíamos que el destino, de dificil acceso, valdría la pena. Entonces después de unos 20 minutos de trayecto por una ruta costera, nos dejó en un paradero, para luego esperar la micro definitiva a Bombinhas. Ah, el precio de los tickets: nunca subían de 2 reales.

¿Siguiente consejo... Porque Bombinhas? Elegimos Bombinhas porque todos nos hablaban bien del lugar
Bombinhas es un pueblo ubicado a medio camino de Florianopolis y Camboriu. Ambos son destinos de excelencia del turismo del sur de Brasil. Con suaves playas y tupida vegetación. Los arboles son frondosos, no encontramos el típico paraje desértico con la palmera y dunas, del norte de Brasil, sino acá vemos una playa con una vegetación más fuerte... "más verde". Nosotros, después de la combinación de buses y micros, logramos llegar a Bombinhas. La ciudad, nos pareció bien turística, pero como pensábamos, estaba todo cerrado, era epoca de "no vacaciones". Al horario de almuerzo y baja temporada, así que nos pareció ideal para descansar. Ubicamos nuestra posada que habíamos reservado y logramos dar con ella de manera bien rápida: La Pousada Portal do Sol.

¿Que podemos hacer en Bombinhas?... Todo y nada a la vez
La gente nos recibió de maravillas. Me gusta el concepto de "posadas" que tienen en Brasil, siempre en las zonas costeras llegamos a este híbrido entre hotel y hostal, con un ambiente siempre de relajos. Por unos 35 dolares la noche, por los dos, con un desayuno grotesco, en una posada que contaba con un edificio de 3 pisos para alojar a la gente, una gran piscina con un jacuzzi, unas parrillas para asado, una mesa de pool y varias hamacas y sillas de mimbre para descansar. El lugar era el indicado y ese fue nuestro panorama, descansar. La lectura se apoderó de nuestra estadía. De día, caminábamos por alguna de las 26 playas que hay en Bombinhas, buscábamos algún lugar para comer, pero casi siempre nos encontrábamos todo cerrado, era temporada muy baja, demasiado baja. ¿Nuestra playa favorita? La de 4 islas, fuimos los únicos que estábamos bañándonos, cuando empezó a caer una lluvia fina que nos empapó, en el agua y también en la playa, fue genial.

Hay carnecita
Esta es la mejor de las cervezas de grandes compañías brasileñas
Pero también hay cultura cervecera

Y de muy buena calidad
¿Otro dato?... los brasileños no conocen el agua fría.
- "¿Están seguros que van a ir a la playa?" Nos miraba con una cara desorbitada Marcos, el administrador de la posada.
"- Pero muchachos, es invierno, el agua es helada" - Nos decía
Luego, él, se acordó que nosotros los chilenos, nos bañamos en aguas realmente heladas, asi que se resigno a vernos partir, felices, rumbo a la playa. El agua, quitada de hielo, permitía bañarnos y nos refrescó después del viaje. El mar permite esa sensación de pureza, de refrescar el alma. Imaginen esa sensación en una playa solo para nosotros dos: perfecto.
Selfie playera
Caminata playera
Atardecer playero

Playa de las 4 islas

¿Una cosa más?... los brasileños si saben de lluvias.
Volvimos a la posada, con esa lluvia fina que no paraba. A las horas la lluvia que cayó fue tan grande, que cayó un rayo al frente de la posada y se fue a negro toda la luz de la mitad de la posada... diré una confesión: Cuando cayó el rayo, realmente me asusté. Como que atine a taparme la cabeza y lanzarme al piso, imaginando que era una especie de bomba... es que caer un rayo a metros suena fuerte, demasiado fuerte. Por suerte solo fue el susto. Nos movieron de habitación para que pudiéramos descansar, finalmente quedamos en un lugar más amplio y más cómodo. Muy amables los muchachos. Sobre la lluvia, este video puede describirlo.





¿Un último dato? Déjese querer en Brasil.
La hoteleria y el turismo están muy desarrollados en el país carioca. Déjese querer, camine por sus playas, no planeé mucho, lea mucho y coma más, especialmente al desayuno. Brasil tiene una cantidad de frutas que maravilla. Las masitas y la tremenda influencia de los miles de migrantes que llegaron desde el interior del país, desde África y Europa. Esto se nota en su mesa.

Fueron 4 días de descanso, muy agradables que permitieron cargar pilas, antes de pasar por la última ciudad previa al regreso. Ahora el mismo recorrido de las micros hasta el Terminal de Itapema, aunque ya más familiarizado con los buses locales. Porto Alegre nos esperaba, pero eso quedará para otro capítulo.

La espera del bus de vuelta:

Aún no viene el bus

Ya ahora vendrá 
Ahí llegó!
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