jueves, 10 de agosto de 2017

El Cusco, segunda parte (...y la montaña de los 7 colores)

Mayo del 2017.

Este capitulo detalla nuestro recorrido por el Cusco. Está dividido en dos partes, la primera cuando llegamos a la ciudad, escrita dos capítulos atrás, y la segunda parte es cuando volvimos de Machu Picchu, que es este capitulo.


El recorrido que se nos venía
Después de esperar la Van en Santa María, y cruzar nuevamente las montañas que nos despedían de la zona más humeda, llegábamos desde Machu Picchu al Cusco, cuando ya anochecía. Las luces nocturnas daban paso a lo que se conoce como el Cuzco más bohemio, era un día sábado y se notaba un ambiente festivo en las calles. Tomamos nuestras mochilas y enfilamos hasta nuestro hostal que ya habíamos pasado noche en nuestras primeras jornadas. Por suerte les sobraba una habitación y podríamos descansar ahí. Aprovechamos la noche para buscar unas pizzas, el antojo de pizzas en Perú siempre es grande, considerando que todas las hacen en hermosos hornos de barro que favorecen un sabor inmejorable. Esta vez no fue excepción, en la misma zona de la Plaza de San Blas hay muchos locales que ofrecen cosas para una merienda. Había mucha onda, muchos pub's abiertos, pero en nuestra manía avejentada, subimos a la terraza de nuestro hostal para tener la visión panorámica de la ciudad.

El señor Pachacutec, guardián de la ciudad
Nos quedaban un par de días más en el Cuzco y lo aprovechamos de muchas maneras. Primero bajamos hasta la zona del Terminal Terrestre de Buses, donde dejamos pactado un pasaje a Puno, por 50 soles cada uno, en un bus cama para la noche subsiguiente. Del terminal volvimos a la zona del Mercado de San Pedro, por módicos 0.8 soles el recorrido en el transporte público de la ciudad. El mercado era todo un universo gastronómico para deleitar a este par de hambrientos chilenos que vagábamos por sus pasadizos En su interior hay un pasillo para cada motivo: un pasillo para quesos, uno para frutas, uno para verduras, y así sucesivamente... aunque el mejor era el pasillo de ceviches, si, solo de ceviches, un solo pasillo dedicado a este manjar. El Mercado de San Pedro queda en la zona central de la ciudad, casi colindante con la Iglesia de Santa Clara y pasado un gran arco que separa la ciudad viejo de las zonas más "alejadas", aunque esta lejanía se remonta a un par de cuadras.

Añadir Buses Salvador, los elegidos
El Cuzco cercano al terminal

Monumento al caracol

Y el monumento al tractor

El Mercado de San Pedro
El universo de quesos

Sector quesero

Para el dolor de articulaciones

Sector cevichero

Monumento a la virilidad

Fetos de llama

Al salir, nos encontramos también con más tiendas callejeras, era domingo y la ciudad se volcaba a las calles. Al frente de la Iglesia de Santa Clara se instalaban humoristas, antisionistas, predicadores, jugadores, timadores y por supuesto, vendedores de cientos de comidas, caldos y cuanta golosina a uno se le ocurra. Nosotros claramente nos tentamos con las comidas, donde ordenadas banqueteras ofrecían cada cosa a uno se le ocurriese.

Más comida callejera

Progaganda


Venta de wafles tipo Bélgica

Cerveza Candelaria, necesaria antes de partir
Ese día dejamos pactado un tour, por 70 soles cada uno a la Montaña de los 7 Colores, conocida también como Rainbow Montain para los gringos y en lenguaje estricto, Vinicunca, que quiere decir "Cerro de colores". Actualmente operadores turísticos ofrecen el viaje por varios días a través de cabalgatas, o también existe la alternativa para hacer un viaje que se prolonga por sólo un día, nosotros escogimos esto último. Entonces nos fuimos a aprovisionar y descansar, al día siguiente (o la madrugada...) nos pasaba a buscar a las 3:30 horas un minibus, que nos llevaba durante 3 horas a poco más de 100 kilómetros hacia la zona montañosa en los faldeos del Nevado Ausangate. Luego de un desayuno en la localidad de Checacupe, el minibus avanzaba hasta la comunidad de Queshiuno, donde comenzaba la travesía de la Montaña de los 7 Colores.

Los minibuses te dejan en una zona sobre los 4.300 metros sobre el nivel del mar, para luego subir a los 5.100 metros del final del recorrido. Son sólo 5 kilómetros de caminata, pero en un ascenso que requiere algo de mínimo estado físico. Habían muchos arrieros que ofrecen sus caballos para hacer el recorrido, pero en un afán de orgullo juvenil, quisimos subir todo a pie, ojo que no todos los trayectos se pueden hacer a caballo, hay unas partes con fuertes ascensos donde debes bajarte, no fue nuestro caso porque siempre lo hicimos a pie. El trayecto nos demandó casi 3 horas, hay que hacerlo a paso lento, sin dejarse apurar por lo guías, cuando empiezas a sentir la altura es necesario concentrar la respiración y conocer la capacidad física propia, para saber cuando continuar o cuando detenerse. Me gustaría dar un link sobre recomendaciones de ascensos a montañas, pero básicamente esos datos pude recoger antes de esta subida, porque montañistas no somos. Los datos que si tenemos son el valor del tour que era de 70 soles por persona, incluido el traslado, el desayuno y el almuerzo. También vimos los valores de los caballos, que eran de 80 soles subida y el mismo valor la bajada. Los bastones los arrendaban por 10 soles y bueno, subir a pie no tenía otro valor agregado, más allá de los jadeos y las recriminaciones de cuando ibas caminando y los nativos ofrecían los caballos.

El ingreso al Apu Winicunca

La caminata
La desesperación al saber que hay que subir

Poco después de las 11 de la mañana estábamos llegando a la cima, después de un último ascenso. No somos montañistas como dijimos, pero me dieron ganas de serlo, porque la emoción que uno siente al lograr una cima, es fenomenal. No existe algo que pueda describir lo logrado, porque son demasiados sentimientos, que dan ganas de llorar, gritar y varias cosas a la vez. Fue duro, especialmente el último ascenso, nos sentíamos algo desfavorecidos frente a los demás, después de haber hecho todo el recorrido a pie y nuestros pasos cada vez se sentían que eran más pesados. En algunos momentos dudamos de seguir subiendo, incluso pensé que la hipoxia cerebral que siempre refieren los andinistas, donde al "apunarte", empiezas a tomar malas decisiones, entonces nos encontrábamos en dilemas cuando recordábamos si estábamos bien subiendo sin tener una preparación andinista, o simplemente eramos unos irresponsables aficionados. Los guías nos ayudaban con un "vamos" y la mirada al ver el último ascenso era de espanto y ansiedad. Juntamos fuerzas y continuamos, hasta lograr el objetivo y aunque el frío con el viento ponían a prueba nuestra capacidad física, hacer una cima sobre los 5.100 metros fue genial.

Desde las alturas del Vinicunca

La vista desde arriba
Llegamos!!!!

Apunados pero disfrutados
La montaña de los 7 colores

La bajada nos permitió disfrutar con más detención los detalles que omitimos en el ascenso, unos hermosos valles donde nacen los ríos que irrigan esta zona de los Andes y que terminan en el Amazonas, un paisaje conmovedor coronado por el fondo del Ausangate. Nos mencionaron que este nevado nunca ha sido escalado. También de vuelta, después de un contundente almuerzo, se nos señaló que la montaña de los 7 colores es bastante nuevo. En los años 90  recién se descubrió este lugar, donde los arrieros señalaban que nunca le habían visto un uso turístico. Los trekking hasta la zona de las montaña de los 7 colores duraban por lo menos 4 días, lo que lo convertía en una ruta de andinistas expertos. Recién por el 2014 se abrió un camino que acerca la montaña a unos 5 kilómetros a pie, lo suficiente para que novatos como nosotros, pudiéramos lograr el recorrido.

Aún quedaban arrieros

El valle del Vinicunca

El valle

Ya en el Cuzco, recogimos ropa que teníamos lavando, por 18 soles le sacamos la suciedad a una cantidad importante de ropa. Una once poderosa, pues viajábamos de noche rumbo a Puno, ahora nos subíamos a un bus Boliviano para llegar a la orilla peruana del lago Titicaca, una ciudad que se empina sobre los 4.000 metros sobre el nivel del mar, pero esto será para un siguiente capitulo.

El bus iba a La Paz, pero nosotros nos bajábamos antes

Desde las alturas
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