miércoles, 16 de agosto de 2017

La Isla del Sol

Mayo del 2017

Bienvenidos a Copacabana
Veníamos desde Puno y luego de unos simples trámites en la aduana de Yunguyo, habíamos arribado a Copacabana a eso de la hora de almuerzo de un día jueves. Nos encontramos, apenas bajamos del colectivo, una ciudad algo más pequeña de la que teníamos en el subconsciente. Copacabana es calmo, un lugar de peregrinación religiosa en Bolivia, tiene una gran iglesia, a la cual llegan muchos pueblos a dar sus rezos en diferentes épocas del año y se respira un ambiente de tranquilidad, demasiada para lo que esperábamos, parecía que en Bolivia, los tiempos se hacían más lentos. Copacabana es una ciudad muy pequeña y la comuna en la cual se encuentra inserta, tiene más población rural que urbana. Al llegar, lo primero fue esquivar el sinnúmero de ofertas para alojar y almorzar. Luego de cambiar los primeros bolivianos, nos instalamos en la bahía del lago Titicaca, para decidir si continuábamos el viaje a la Isla del Sol, o nos quedábamos en Copacabana. Como no le encontramos mucha cosa particular a la bahía, preguntamos a una embarcación si algo saldría rumbo a la ciudad, era un mal horario, ya que no habían muchos barquitos que cruzaban a la isla a esa hora, por lo menos hasta el día siguiente. Un señor que tenía que viajar a la isla nos ofreció el cruce por 25 bolivianos, cada uno. Él saldría en una hora más, así que nos dio tiempo para comprar unas empanadas para matar algo el apetito.

Empanadas Boliviana, de google.cl
Nota: La empanada Boliviana es muy similar (Sino igual) a la empanada salteña. La masa es dulce, es algo harinosa y se tiene que acompañar con agua, o si no te ahogas. A mi no me gustó, prefiero la chilena, que es más parecida a la que hacen en Brasil. A Khris le encantó y hasta el día de hoy quiere ir a Bolivia de nuevo solo para comer empanadas.

El frío mandaba arriba de la lancha
Eran las 4 y media de la tarde y el hombre de la lancha nos daba la señal de que nos íbamos, nuestro próximo rumbo era La Isla del Sol. Nos daban una hora de recorrido arriba de la lancha, cruzando el lago Titicaca. A pesar de que la mayoría de la gente lo tiene familiarizado a Bolivia, más de la mitad de su territorio pertenece al Perú. El lago es enorme, es el más alto del mundo, si consideramos los lagos navegables, y desde adentro, parece una enorme bahía que se puede confundir con un océano, si sus tranquilas aguas no delatan su pertenencia al medio de nuestro continente. Adentro se respira tranquilidad, un ambiente de recogimiento importante, por algo fue un lugar trascendental para las culturas precolombinas de este lado del continente, en especial para la incaica, pero lo que más se sentía navegando, era muy frío, no olvidemos que estábamos a 3900 metros sobre el nivel del mar y nuestro intento por irnos en el techo de la lancha fue bastante breve, para luego refugiarnos al interior de la embarcación, para tratar de conversar con un introvertido chófer que dirigía la nave.

Bienvenidos a la Isla del Sol

Welcome to Bolivia... Paceña a la vista!
Llegábamos al puerto sur de la isla, un embarcadero bastante más agraciado" de su cercana Copacabana. Nos dieron unas señales bien poco claras de unas cabañas donde nos habían prometido un alojo a buen precio, según el chófer de la lancha, pero tal lugar nunca fue encontrado por quienes son protagonistas de esta historia. Luego de ir y venir por las escaleras que dan inicio a la Comunidad Yumani, que habita la isla, decidimos buscar un hostal por nuestra cuenta. Esto también fue complicado, porque nos percatamos que la Isla del Sol se había vuelto muy turística y los precios de igual manera se elevaban. Fue complicado encontrar valores que se ajustaran a nuestro apretado presupuestos, porque algunos hostales ofrecían 300 bolivianos por una noche, las cosas no se ajustaban a lo que pensábamos del lugar. Además, cada peldaño de la caminata dolía, nos empinábamos sobre los 4.000 metros y esto se sentía en las piernas. Finalmente encontramos el Hostal Tawri, no era muy lujoso, pero ofrecía una habitación confortable y bien aislada, con un baño compartido, todo por 40 bolivianos la noche, cada uno y sin desayuno, justo a tiempo, porque al descargar nuestras mochilas, comenzaba una tupida lluvia.

Al día siguiente nos dedicamos a recorrer la isla. Un incipiente turismo aparecía, que se vendía en cada casa y cada hostal. Seguían en venta las telas y aguayos, que caracterizan al país altiplánico, pero a un precio bastante más elevado del que encontraríamos después en la capital de Bolivia. Nos olvidamos de esto y dedicamos el día a caminar, al paso lento señalado, en búsqueda de una tranquilidad que otorgaban los cultivos de habas y el enorme número de llamas que se paseaban por la isla.

La iglesia de la Isla del Sol
Lepidoptera

Los acantilados de la Isla 
Otra Lepidóptera

Acariciadora oficial de todas las llamas de la isla 

Hola que hace

Postal del día 
La lentitud en el andar y el silencio generalizado del lugar, nos invitó a tirarnos en el pasto y dormir un buen rato. La isla posee un ambiente que permite una introspección y un reposo energético, quizás místico. Energías inexplicables y diversos estudios que mezclan esoterismo y creencias populares, otorgan a la isla del sol esta particularidad. Quien lleva una vida balanceándose entre la evidencia científica y la creencia espiritual, le da cierta razón a este último punto, porque la isla invita a el relajo, al no hacer mucho, al sentarse y disfrutar, aunque el respaldo académico de esto, creo yo, es porque la altura no permite moverse con mucha rapidez. La isla fue lugar del cierre de épocas dolorosas precolombinas y el inicio de nuevas eras: Dicen los bolivianos que un día, el Dios Inti  miró hacia abajo para ver cómo iban las cosas por la tierra y que lo que vio no le gustó. La humanidad estaba en un estado de salvajismo y miseria que le entristeció: "Los hombres y mujeres vivían en continua discordia, no sabían convivir. Ante esto el dios Inti creó dos hijos que enseñaran a la gente a vivir en paz... (leer más acá). Desde este lugar salió Manco Capac y Mama Ocllo, rumbo al Cusco, para crear el gran imperio." Este fue el motivo para sentarse en un restaurante que daba a la bahía poniente, para luego de almorzar, balancearse en las sillas de mimbre para leer y simplemente, disfrutar.

La isla del Sol 

Nuevamente los burritos 

Ahí nos empezaron a perseguir, querían más cariño (y unas naranjas que llevábamos) 
Nos gustó la Isla del Sol, aunque le encontramos varios "peros", para quienes podrían ser más quisquillosos en su andar. El lugar es bonito, relajante y eso no lo volveremos a repetir porque lo mencionamos en el párrafo anterior, está muy cara. Se nota esa lucha de la Isla del Sol, por adaptarse a la modernidad, conservando su tradición dentro de un lugar quizás poco amigable para el desarrollo. En la isla no vimos turismo sudamericano, sino solamente gringos, que a duras penas subían las escaleras luchando contra la puna. Esta avalancha de gringos hace que los precios suban, entonces los valores que vimos en Perú, no se volverían a repetir en la isla insigne de Bolivia. El dueño del hostal nos comentaban las dificultades en cosas tan básicas, como el agua, el cual debe ser llevada en burros hasta las zonas altas de la isla, para abastecer las necesidades básicas de las casas. No nos me quedó muy claro este sistema, pues en la bajada de las escaleras principales de la bahía sur, se veía una gran veta de agua cayendo, no sabíamos de donde provenía esta agua, porque se veía cristalina y para consumo, pero un poco más arriba tenían que subir el agua en burros. El agua en la isla es la deuda de modernizarse, si pretende cobrar por ejemplo 30 dolares una noche en una habitación de un hostal, quizás este fue el motivo por el cual nos enfermamos del estómago, raro para mi estómago de "cachureos" que tengo, pero esto nos obligó a recurrir a nuestro botiquín para palear los dolores abdominales... el agua en la isla es la gran deuda.

No fue necesario acudir a la posta rural, por suerte
A la segunda noche decidimos partir, era momento de buscar otro bote, en la bahía algunas personas te tratan de cobrar por adelantado, pero el pago lo hacíamos directo cuando estábamos instalados en la lancha, nosotros no somos gringos amigo, esa frase en el idioma local vale oro. Volvíamos a Copacabana y desde ahí nos tocaban dos horas rumbo a la Paz, nos esperaba la capital de Bolivia, pero eso da para un capitulo aparte.

Nuestro ticket del siguiente bus, desde Copacabana a la Paz por 20 soles
Medianoche en la Isla del Sol


Agradecimientos a: Danzar viajando

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